Desde el parque infantil de Huerta de Vero se cruza el río por unas grandes piedras hasta dar con un camino (que viene desde el pueblo y que salva el cauce con una pasarela de cemento). En la bifurcación hay que tomar el desvío de la izquierda que nos conduce a un pequeño pinar donde se localizan los restos de la tejería. Esta aproximación no dura más de 5 minutos.

Los hombres ha utilizado desde hace milenios las tejas de barro cocido para cubrir sus casas. Los romanos ya fabricaron imbrex (similares a nuestras tejas) y tegulas planas para construir los tejados. En los pueblos del Somontano se han usado tradicionalmente tejas en las cubiertas de los tejados, por eso el de tejero era un oficio imprescindible.

Los tejeros eran trabajadores itinerantes, que venían a trabajar desde otros pueblos por encargo de varios vecinos. Así, mientras durase la faena, vivían en una caseta junto a la tejería. Pero los ladrillos y las tejas, para fraguar necesitaban del calor del sol, por lo que se fabricaban sólo en verano.

El principal componente de una teja es la arcilla, que se extraía de los montes cercanos. Una vez traída al tejar se mezclaba con agua. Por eso era muy importante que los tejares se encontrasen cerca de un río. Se lograba así una pasta a la que se daba forma cóncava empleando un molde o el propio muslo del tejero. Las tejas se dejaban orear al sol para que perdieran humedad. Éste era un momento muy delicado porque una tormenta repentina podía arruinar todo el trabajo.

Junto a la tejería se localizaba el horno que contaba con dos cámaras: la inferior para el fuego y la superior donde se colocaban de forma ordenada las tejas secas. La carga podía llegar a las 2.000 ó 3.000 piezas.

El secreto de una buena teja era conseguir la temperatura exacta durante su cocción: si se concentraba demasiado calor en el horno, las piezas se deformaban o se fundían; si se detenía la cocción antes de tiempo, las tejas se rompían al poco de ser colocadas en los tejados. Por eso, el tejero podía pasarse días templando el fuego. Terminada la hornada, esperaba varios días a que la carga se enfriase. Para comprobar la calidad de la teja la golpeaba: si el sonido era metálico, la cocción había sido un éxito.

 

  • Tejar