La ermita de Nuestra Señora del Treviño es uno de los rincones con más encanto de los alrededores de Adahuesca. Data del sigo XIII y es el único resto de un antiguo monasterio del que apenas existen referencias históricas. Sin embargo, una vez allí es fácil imaginar desde el exterior cómo era el claustro, plantado hace tiempo de laureles, hoy de cipreses. Y fantasear con el aljibe que se abría en su centro, cuyas aguas socorrían a la villa en años estériles de lluvias. 

Quizá su nombre, Treviño, derive de estar y haber estado siempre entre viñedos. Aunque otra hipótesis dice que en Treviño confluían los limites de tres diócesis y que los tres prelados podrían reunirse en torno a una mesa sin que ninguno de ellos saliera de sus límites diocesanos. Lo cierto es que la palabra Treviño parece derivar del latín trifinium: tres fronteras, límite de tres propiedades, regiones o gentes.

 

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